viernes, 5 de diciembre de 2014

Carolina Pavlosvsky - Apuntes acerca del cuerpo (sin órganos)

No irse del cuerpo. Para mejor poder dejar el cuerpo. Prestarle atención – al corazón, a las vísceras, a sus ritmos, a sus arritmias, a su campo de expresión biológica. Guiarse por los ritmos más moleculares de los Cuerpos. DANZA. Danza de moléculas, de pasiones, de líneas.

Las líneas del cuerpo: abrir las líneas de fuga, pero buscando siempre el eje: el eje depende del centro de gravedad.

La gravedad provoca estallidos y creaciones estelares. Gravedad como ley, como máquina y metáfora compositiva. El eje posible en el cuerpo posible, en el espacio posible: defender los territorios que conquista pero no dejar de circular nómadamente por sus estepas.

Ser un guerrero del cuerpo: TUPAC AMARU: cuerpo de la resistencia, pero precisamente, por estar atravesado por tangentes, intersticios, “quebraduras”. Cuerpo – experiencia: dejarse despedazar pero para ser indespedazable.

Ser extranjero en su propio territorio. Moverse como recién llegado. No ser siempre el anfitrión; no hablar siempre en Nuestro Propio Nombre: esa Primera Persona Singular Dureza Callosa Yo-Moi; esa subjetividad demasiado humanizada, ese “deber ser” sujeto, buen anfitrión, al fin de cuentas.

Ser el foráneo, el ajeno: circular por los márgenes; ser el marginal en nuestra propia casa.

El cuerpo no deja de traicionar. Ser traidor entonces. Aliarse al corazón. Agenciarse aliados. Traicionar algún sentido. Ser rebelde. No hay creación, no hay vida posible sin trangresión. Transgresión de nuestras propias normas, sobre todo. Ruptura de códigos. No contabilizar los elementos del código, sino enloquecerlo, hacerlo desbordar. Fuga de la Máquina: energía que se manifiesta no siempre en regímenes de repetición sino en direcciones imprevisibles y multidimensionales; como reencarnaciones: formas de corporizar energías inherentes a la apropiación maquínica del deseo.

Suplir la interpretación por la Experimentación. Hacer de la experiencia un entrenamiento: diseñar un mapa- programa, programar trayectos, en sus avances, detenimientos, retrocesos necesarios. Y convertir estas estrategias en una liberación.

La única manera de entrenar un cuerpo es HACIÉNDOLO. Hacer cuerpo. Devenir cuerpo, o mejor dicho, devenir corporalidad, como una estrella nace, deviene, muere.

Detener el diálogo interno, en tanto diálogo estructural, de preguntas y respuestas, decía Don Juan (Carlos Castañeda), maestro del cuerpo- experiencia. Santa gramática, que no tolera el silencio ensordecedor de los cuerpos cuando callan, el lenguaje mudo de los procesos somáticos de la metamorfosis, la danza inquietante de signos cuando hablan los objetos no orgánicos.

Ser fiel a las líneas de flujo deseante; al traslado de estas líneas en su singularidad: para ver mejor cuál pasa, cuál no pasa. Líneas bloqueadas, en callejones, otras que atraviesan o “saltan” vacíos; líneas que arrastran, atraen, capturan a las demás, como poderosos agujeros negros, líneas que tienen una específica tendencia a la dispersión, como gases estelares.

Tener, hacerse un cuerpo de líneas flexibles: no hacerlo encajar necesariamente en los organismos imaginarios que debieran ser y nunca serán: micropolítica de los cuerpos.

Ideas acerca de la clínica y los cuerpos
Clínica como arte de COMPOSICIÓN, más que de INTERPRETACIÓN. Clínica como estrategias geográficas: construir un mapa en un desierto, seguir su recorrido, todo mapa es orientativo. No coincide con el territorio: sobre el mismo terreno se pueden trazar mapas alternativos. Clínica como ciencia geológica, que opera sobre estratos, superficies en constante devenir; clínica como metáfora termodinámica, que sabe guiarse por umbrales de intensidad, entre velocidades y ritmos diversos.

Una clínica que se apoya en líneas duras, segmentarias, sólo puede contener, frenar, cortar, asesinar: mantener bajo control las líneas de des-bordes cuando estas se inscriben en los cuerpos y en las acciones de los mismos. DISCIPLINAMIENTO de los cuerpos. Apogeo de las técnicas como modos de sometimiento, examen y control: regímenes de captura social.

Hoy se asiste al retorno de los cuerpos que las tecnologías no computan: cuerpos como restos de la anti-producción; restos amontonados, sin caras ni nombres; de las guerras, de los cataclismo-violaciones sobre el Cuerpo Madre Tierra, que no dejan sobrevivientes. Restos vaciados de la desnutrición infantil; cuerpos virtuales sin fisuras, planos, objetos de consumo de una sociedad pasiva y obesa de imágenes.

Retorno de los cuerpos que la ciencia no logra capturar, ni aún en sus utopías de repeticiones aberrantes genéticas. (…)

Los cuerpos fragmentados de la psicosis, vidriosos de la drogadicción, cuerpo débil y quejoso de las hipocondrías actuales: falla de la Medicina: órganos que se resisten a ser estudiados, curados, clasificados, enmudecidos. Cuerpos hipertensos, desafectivizados producidos cotidianamente en las grandes concentraciones urbanas. Nuevas patologías. Retorno molesto de los cuerpos de la niñez, sometidos a una adultización precoz, expulsados para siempre de su campo de experiencia singular: la máquina feroz del neocapitalismo no respeta los derechos de la infancia.

Retorno inquietante del cuerpo de la adolescencia, retorno terrorífico del cuerpo de la vejez, anulado como tal en tanto TERRITORIO DE EXPERIENCIA Y MEMORIA, incómodo para una ciencia que dice interesarse en los secretos de la vida y la muerte, cuando en los hechos parece querer momificar el fluir entrópico del tiempo en programas de Internet y en la investigación clónica.

Retorno de los cuerpos que el mismo psicoanálisis expulsó de su doctrina: el del esquizo, del paranoico, del marginado, del alcohólico, etc., etc.

Cuerpos que hoy se manifiestan como arena de esclavitud, cárcel de su doctrina, que ya no tiene amos, pero que se expresan bajo regímenes de terror. (…)

Cuerpos – producto

Hoy los cuerpos no devienen en sus dimensiones vitales. Se fabrican. Fabulosas maquinarias de fabricación, mutación, transformación aberrante de cuerpos. No se ve el proceso, éste se oculta, lo que nos llega son los cuerpos como producto acabado. Nueva forma de DISCIPLINAMIENTO. Auge del APLANAMIENTO de los cuerpos. En estas culturas de espectadores catatónicos, ávidos adictos consumidores de imágenes, la imagen ya no tiene por qué responder a la realidad. Habla por sí sola. Crece como un tumor, cobra poder sobre los cuerpos. DICTADURA DEL FASHION: la violencia simbólica de la imagen se impone por su mismo encubrimiento; encubrimiento deliberado de su relación con el poder, poder al que se agencian incalculables intereses económico – políticos. Cultura de la ROSTRIDAD. “Impone una imagen y controlarás gran parte del mercado.”

La opinión pública es fácilmente narcotizada por la fascinación que produce la ilusión de los cuerpos sin fisura, planos. Las estrategias de los medios manipulando el uso de la imagen producen realidades despóticas. La imagen borra las diferencias: no deja pasar otras ideas, otros cuerpos, otros flujos, otras utopías, otros “modelos” del ser.

Los cuerpos no están hechos para soportar estructuras tan fijas como las dictadas por las modas, cada vez más homogéneas. Los cuerpos están atravesados por múltiples afectaciones, responden a diversidades en sus modos de dejarse afectar. (…)

Hay que ser un poco loco, un poco drogadicto, un poco anoréxico, un poco bulímico, un poco alcohólico, un poco guerrillero, lo justo para atravesar la experiencia, pero no demasiado para no profundizar la grieta, la herida, hasta su límite.

El cuerpo sobrio
Devenir sobrio de los cuerpos: las líneas más difíciles de sostener. Devenir sobrio no tiene necesariamente que ver sólo con sustancias que se incorporan, se ingieren, hacen máquinas cerradas con los cuerpos. Se trata de la transmutación de los cuerpos. Voluntad de un plan de consistencia, de una estrategia de sobrevivencia. La sobriedad es un devenir del espíritu. Pero devenir imperceptible sin caer en los duros estratos del ascetismo.

Danza del equilibrista sobre la cuerda, para no quedar atrapado en niveles cerrados de existencia.

Devenir utopía, pero en determinados socio-históricos, la utopía debe ser creada, debe tener un plan de consistencia para poder ser efectuada. Hay que inventar nuevas utopías cuando nos han pulverizado la maquina deseante de la ética social. Las esperanzas de un socialismo posible y real hoy parecen obsoletas. Y sin embargo hoy asistimos a la vigencia de un régimen de producción de subjetividad que bien podría elevar a Marx al nivel de uno de los genios más indiscutidos del siglo XIX: los antagonismos sociales, cada vez más extremos, la instalación de democracias dependientes hasta lo obsceno en los países tercermundistas, en relación con un primer Mundo, concebido desde hace décadas, para instalar de forma atroz e impune la división internacional del trabajo, gracias a lo cual la explotación asesina de unas clases sociales por otras se denomina “progreso”.

Cada vez quedará más gente a la vera del camino. La desnacionalización de las políticas latinoamericanas proporciona la comida, además de la saliva, y los grandes latifundios se limitan a devorar. La desigualdad asume magnitudes cada vez más contundentes y dramáticas. Cientos de millones de niños sabemos que serán inmolados por la desnutrición en el próximo milenio. Las dictaduras ya no son necesarias para eliminar futuras insurgencias.

Estamos anestesiados, intoxicados por el veneno aniquilador del neo-capitalismo. La impotencia del subdesarrollo se confunde interesadamente con el presunto escepticismo y vacío del destino que nos tocó como nación.

Devenir sobrios es mantener la memoria.

“Toda memoria es subversiva, y también todo proyecto de futuro… Y en la historia de los hombres cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación.” (Eduardo Galeano, Las venas Abiertas de America Latina).

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